Lo de F*ck News me recuerda que hace años fui a ver la segunda obra de Las Guerreras del Centro dirigida por Nadia Granados, en un momento una de las mujeres en el escenario cuenta mientras que se ríe como un montón de policías la violaron en un hotel del centro de Medellín, todo el auditorio entró en carcajadas también. Era una historia muy dura, pero como ella lo decía riendo, la gente prefirió reír con ella.
No sé por qué no lo había pensado bien antes, pero narrar los hechos es insuficiente. El hueco profundo de nuestras vidas, cada vez más hondo, más solitario, más precario, no nos permite siquiera dimensionar el dolor del otro. El asesinato es un paisaje, una categoría estética que analizar, un tema de discusión o de risas. Abandonamos todo rasgo de afecto por ese otro que se vuelve un sospechoso permanente, un ser abstracto digno de olvido, la ignominia a la violencia. Cada vez que solo hablamos de lo sucedido, como si lo sucedido fuera un dato, le damos realmente esa connotación, de ser precisamente un dato, la neutralidad genera eso precisamente, neutralidad. No estamos en tiempos en donde se dimensione el sufrimiento que hay detrás de los números de una masacre, estamos en tiempos donde las masacres son solo números que alimentan la banalidad que lleva a un par de hijueputas a burlarse de un feminicidio mientras un auditorio estalla de alegría.
En principio, creo que retomar algo de responsabilidad sobre los datos es tomar responsabilidad sobre las maneras en los que los decimos. Aceptar por fin que vivimos en una sociedad del espectáculo que vive de imágenes vividas que remplazan lo posible e imaginable y si tratamos como divertimento a la violencia, la violencia va a seguir siendo un terreno de Rambos y princesas ultrajadas. Responsabilizarse de la narración es una posición política. Es militancia, es oponerse a la reproducción de las risas inertes.