La idea de salud mental es cada vez más catatónica, entre más se habla, más parece que somos inmóviles ante ella. Mientras unos millonarios y famosos aparecen en Oprah llorando después de abandonar una gira mundial, la mayoría tenemos que seguir nuestros días haciendo esfuerzos para levantarnos, llegar a tiempo, poder cumplir con nuestra vida y atorarnos en lo que nos este pasando. Los índices de suicidio suben en el resto del mundo, sobre todo en ese que no produce hashtags si no procesiones.
Aquellos post de instagram de psicología en slides o videos de Tiktok explicando porqué sentimos lo que sentimos, son unos paleativos, placebos de frases certeras que parecen crear una consciencia colectiva de la atención a la salud mental, son el simulacro del cuidado. Pero el cuidado a la salud mental es más que decirlo, es hacerlo, es tener tiempo para hacerlo, es hacerse preguntas sobre el dinero, el trabajo, la salud física, es ponerse a si mismo dentro de una familia, un comunidad, una sociedad y su sistema de relaciones y de producción de sentidos. Es un tema muy complicado, lleno de matices que muy pocos apenas podemos siquiera tener tiempo para pensar.